Daniel llevaba un tiempo pidiendo a sus padres que le dejaran tener una mascota. Un perro era demasiado grande para un piso, un gato arañaba todos los muebles… Así que Daniel se decidió por un hámster. El día que fue a la tienda de animales, no tardó mucho en elegir. Todos los hámsters parecían iguales, pero uno de ellos captó su atención, y Daniel supo al instante que le llamaría Filipo.